Para nacer del agua y el Espíritu Santo
Nuestro Evangelio de hoy (Juan 3:1-17) deja claro que podemos entrar en la presencia de Dios no mediante el sacrificio de animales ni la cauterización de nuestros labios impuros (Isaías 6:1-7), sino mediante el lavamiento de la regeneración en el santo bautismo. Y el bautismo debe ser en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por medio del Padre, todos reciben el don de la vida, es decir, el nacimiento físico. El Hijo, en obediencia a la voluntad del Padre, pagó por los pecados de todos en la cruz. Pero es por el Espíritu en el agua y la Palabra que recibimos la gracia salvadora y la fuerza para permanecer en la fe hasta la muerte física. El nuevo nacimiento no es una obra humana, sino obra de Dios trino.
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