David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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Él os enseñará todas las cosas

Nuestras lecturas de Génesis 11:1-9 y Hechos 2:1-21 describen eventos similares con resultados diferentes. En ambos casos, los hombres de repente empiezan a hablar en diferentes idiomas y finalmente se dispersan por todo el mundo. Pero en el primer caso fue un castigo de Dios y en el segundo, una bendición. Porque los que construyeron el torre de Babel desafiaron la voluntad del Padre, mientras los discípulos de Jesús le obedecieron. De todo modo, la voluntad de Dios fue cumplida.

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El Espíritu Santo como Guía y Protector

En Juan 16:5-15, Jesús les habla de la triple obra del Espíritu Santo. Él convencerá al mundo, a todos los hombres, de tres cosas: pecado, justicia y juicio. Además, a través de la Palabra escrita, el Espíritu guía, conduce y consuela a la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

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Derramaré mi Espíritu sobre toda carne

“Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.” Joel 2: 28-32. Esta profecía de Joel se cumplió, en cuanto a su comienzo, en el gran día de Pentecostés, como también afirma Pedro en la introducción a su poderoso sermón pronunciado ante los asombrados habitantes de la ciudad de Jerusalén. Joel había profetizado que en los últimos días el Espíritu Santo sería derramado sobre todos los hombres. Dios revelaría su voluntad no solo a los profetas, sino a todos los hombres. El hablar en lenguas no fue el desencadenamiento momentáneo de una emoción efervescente sino la obra del Dios eterno. Fue el resultado no del vino, sino del Espíritu Santo. La predicación de Cristo, que fue iniciada por los humildes pescadores de Galilea, se ha difundido por todo el mundo, reuniendo en sí a su Iglesia de entre todas las naciones del mundo. Hijos e hijas, ancianos y jóvenes, siervos y siervas, reciban el don del Espíritu Santo. Y aunque la obra del Espíritu no se manifiesta de la misma manera que en los primeros días de la iglesia, en visiones, en sueños, en profecía, sin embargo, el Espíritu vive en los corazones de los creyentes, les da el conocimiento de Jesucristo, su Salvador, y los insta a hablar de aquello en lo que creen tan firmemente, y a invocar el nombre del Señor. El derramamiento del Espíritu es el último de los grandes milagros de Dios hasta el gran día de su regreso al juicio. Mientras tanto, tenemos el consuelo de que nuestra salvación está segura en Él.