La buena confesión
Nuestro Señor nos promete en el evangelio de hoy (Mateo 10:26-33), “Cualquiera, pues, que me confesare delante de los hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en el cielo.” También San Pablo en la epístola (1 Timoteo 6:11-16), “ Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo eres llamado, habiendo hecho buena profesión delante de muchos testigos. Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que testificó la buena profesión delante de Poncio Pilato.” Como Pilato le dijo a Jesús, a él no le preocupaba la verdad eterna. Quería evitar una insurrección de los judíos, lo que lo habría metido en problemas con el emperador romano. Entonces, aunque no consideró a Jesús digno de muerte, lo sentenció a la crucifixión. Pero Jesús le dijo que no tenía poder que Dios no le hubiera dado y que él era un instrumento del plan de salvación de Dios. Las historias que leemos en la Biblia sucedieron hace mucho tiempo y muy lejos. La historia de la Reforma está mucho más cerca de nosotros, pero, como dice el libro de Eclesiástes, nada hay nuevo debajo del sol. La Reforma del siglo XVI comenzó al final de octubre de 1517 cuando Martín Lutero clavó las 95 tesis a la puerta de la iglesia del castillo en Wittenberg, Alemania. Pero eso fue solo el comienzo de un movimiento que restauró la sana doctrina a la iglesia. En esta fecha recordemos otro evento importante, la Presentación de la Confesión de Augsburgo.
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