David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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Nuestra misión es sembrar la Palabra de Dios

En la parábola de nuestro Evangelio de hoy (Lucas 8:4-15), un sembrador salió a sembrar su semilla. La Palabra de Dios es la semilla que da vida. La Palabra de Dios es llena de su poder omnipotente, y el mismo Dios omnipotente está activo en ella y a través de ella (Hebreos 4:9-14), La imagen de Isaías 55:10-13 es la Palabra de Dios como la lluvia que da vida y hace que los cultivos crezcan y den fruto. Sin embargo, la palabra del sembrador está escrito para nuestro consuelo y amonestación, para que no nos sorprendamos ni pensemos que es extraño aunque pocas personas acepten el beneficio de nuestra doctrina, y algunas incluso se vuelvan peores.

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Recompensa sin precio

En la parábola de la viña (Mateo 20:1-16), un denario representa algo que no tiene precio: la promesa de vida eterna. Todos los que trabajan en la viña reciben la misma recompensa, por la bondad del dueño (la gracia de Dios) y no por las horas trabajadas (mérito). También, San Pablo dice en nuestra epístola (1 Corintios 9:24-10:5) que los atletas compiten por una corona de hojas de laurel que se marchitan, pero los cristianos luchan por una corona incorruptible.

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La voz del Padre

En la Transfiguración (Mateo 17:1-9) la voz del Padre pronunció casi las mismas palabras que en el bautismo de Jesús: Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo complacencia. En relación con esto, Pedro testifica en nuestra epístola (2 Pedro 1:16-21): “Y nosotros oímos esta voz, enviada desde el cielo, cuando estábamos con él en el monte santo”.

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La gloria de tu pueblo Israel

¿Por qué dice Hebreos 2:14-18 “la descendencia de Abraham” y no “todos los hombres”? De lo que precede y de lo que sigue se desprende claramente que Jesús es el Salvador de todos los hombres. Decir que Jesús se sometió en perfecta obediencia no sólo a la ley moral universal, sino también a las leyes ceremoniales de Moisés. Puesto que Jesús, único entre los descendientes de Abraham, fue completamente fiel al antiguo pacto, nosotros que somos uno con él en el nuevo pacto no tenemos por qué hacerlo. Sin embargo, somos herederos por medio de él de todas las promesas que Dios hizo a Abraham.