David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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Aprovecha bien el tiempo

San Pablo dice en nuestra epístola (Efesios 5:15-21): “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” Esto nos recuerda el antiguo proverbio romano: Carpe diem, que significa “aprovecha el día”. Los incrédulos aprovechan las oportunidades para aumentar sus propias ganancias materiales. San Pablo está hablando de aprovechar las oportunidades en beneficio del reino de Dios, cualquiera que sea esa oportunidad. ¿Por qué debemos hacer esto? “Porque los días son malos”. El mundo y todo lo que hay en él se opone al reino de Dios. Hay tanta inmoralidad, pecado y maldad a nuestro alrededor. Pero, no obstante, hay oportunidades. Debido a la oposición del mundo contra el Evangelio de Cristo, los momentos oportunos son raros y deben aprovecharse inmediatamente. Y el día del Señor viene.

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El misterio del evangelio

Nuestra lectura del Antiguo Testamento, Isaías 60:1-6, es una clara profecía de la predicación del Evangelio a todas las naciones. El Evangelio para hoy, Mateo 2:1-13, la llegada de los Reyes Magos del Oriente, es un fuerte indicio del cumplimiento de estas profecías que florecerían en la predicación de San Pablo. Entonces, ¿por qué San Pablo dice así en Efesios 3:1-12? “…leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio…” La palabra “misterio” significa algo que requiere revelación para ser conocido. Los profetas del Antiguo Testamento habían profetizado sobre la entrada de los gentiles en el reino del Mesías, pero estas profecías no habían llegado a ser conocidas por las mismas personas involucradas, los gentiles de todo el mundo. Ahora la iglesia es portadora de la luz del Evangelio. De lejos vendrían sus nuevos hijos, nacidos por la fuerza del Evangelio, y a su lado, en medio de ella, sus hijas recién ganadas serían alimentadas y educadas en el estudio de la Palabra. En vista de esta misión, establecimos esta misión en La Caramuca.

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Derramaré mi Espíritu sobre toda carne

“Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.” Joel 2: 28-32. Esta profecía de Joel se cumplió, en cuanto a su comienzo, en el gran día de Pentecostés, como también afirma Pedro en la introducción a su poderoso sermón pronunciado ante los asombrados habitantes de la ciudad de Jerusalén. Joel había profetizado que en los últimos días el Espíritu Santo sería derramado sobre todos los hombres. Dios revelaría su voluntad no solo a los profetas, sino a todos los hombres. El hablar en lenguas no fue el desencadenamiento momentáneo de una emoción efervescente sino la obra del Dios eterno. Fue el resultado no del vino, sino del Espíritu Santo. La predicación de Cristo, que fue iniciada por los humildes pescadores de Galilea, se ha difundido por todo el mundo, reuniendo en sí a su Iglesia de entre todas las naciones del mundo. Hijos e hijas, ancianos y jóvenes, siervos y siervas, reciban el don del Espíritu Santo. Y aunque la obra del Espíritu no se manifiesta de la misma manera que en los primeros días de la iglesia, en visiones, en sueños, en profecía, sin embargo, el Espíritu vive en los corazones de los creyentes, les da el conocimiento de Jesucristo, su Salvador, y los insta a hablar de aquello en lo que creen tan firmemente, y a invocar el nombre del Señor. El derramamiento del Espíritu es el último de los grandes milagros de Dios hasta el gran día de su regreso al juicio. Mientras tanto, tenemos el consuelo de que nuestra salvación está segura en Él.