David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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El Niño arrebatado por Dios

Nuestro evangelio para hoy (Marcos 16:14-20) es una breve cuenta de la Ascensión de Jesucristo que concluyó su vida en este mundo. La lectura de Hechos 1:1-11 es otra cuenta y también encontramos otra versión aún mas breve en Lucas 24:50-53. Pero hay aún otro relato de la Ascensión en Apocalipsis 12:1-5. Aquí está todo el círculo del ministerio terrenal de nuestro Señor desde la Navidad hasta la Ascensión. El Señor entró a este mundo por el vientre de una mujer y regresó al Padre para la exaltación de nuestra naturaleza humana.

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Escuchemos la voz de Raquel

“Así ha dicho el Señor: Se oye una voz en Ramá; amargo llanto y lamento. Es Raquel, que llora por sus hijos, y no quiere que la consuelen, porque ya han muerto” (Jeremías 31:15). En este día también se nos recuerda que todas las vidas son preciosas y que es nuestra responsabilidad protegerlas desde el momento de la concepción hasta la muerte física. Los Santos Inocentes son pocos en comparación con el aborto y otras atrocidades de nuestros días. Pero incluso si hubiera habido uno solo, reconocemos el tesoro más grande que Dios puso en la tierra: una persona humana, destinada a la eternidad y agraciada por la muerte y resurrección de Jesús.

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Bendito el fruto de su vientre

¿Y de dónde esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí, tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. (Lucas 1:43-44.) Claramente, Jesús y Juan estaban vivos antes de nacer, de hecho, eran personas. Por el poder del Espíritu Santo, Juan no solo estaba consciente de sí mismo, sino que también estaba consciente de algo fuera del vientre de su madre. Esa fue la presencia de Dios en Jesucristo. Lo que esto significa es que el Espíritu Santo puede crear fe en aquellos que no tienen el entendimiento de los adultos. Por lo tanto, creemos los infantes pueden creer y deben ser bautizados.