David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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Desde lágrimas a la alegŕia

Al igual que con el hijo de la viuda de Naín y Lázaro, nuestro Señor permitió a la hija de Jairo una extensión de su vida terrenal (Mateo 9:18-26). Pero para todos los fieles, la muerte física es meramente un breve sueño del cual habrá un despertar glorioso cuando Dios reúna alma y cuerpo.

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En vista de tu confesión

“En visto de tu confesión, como ministro llamado y ordenado por Cristo y su Iglesia, y por mandato de nuestro Señor, te perdono todos tus pecados.” Cada domingo pronuncio la absolución después de la confesión de la congregación. ¿Cómo puede un hombre decir estas palabras cuando sólo Dios puede perdonar los pecados? Porque nuestro Señor como verdadero hombre dijo estas palabras en nuestro evangelio para hoy, Mateo 9:1-8.

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No nos cansemos de hacer el bien

Según nuestro evangelio para hoy (Mateo 6:24-34), hay que buscar la salvación de Dios, luego confiar la vida diaria a su cuidado amoroso. Nosotros hacemos esto haciendo uso fiel de la Palabra y los sacramentos, a través de los cuales el Espíritu Santo nos lleva a arrepentirnos de nuestros pecados y a confiar en Jesús para el perdón. Convencidos de nuestra salvación, entregamos nuestras vidas diarias en las manos de nuestro Padre celestial.

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Sano en cuerpo y alma

Diez leprosos habían sido curados (Lucas 17:11.19). Sólo uno, al ver el milagro que se había hecho en su caso, sintió la necesidad de volver atrás y dar gracias al sanador. Sólo a éste Jesús le dijo: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. Había sido sanado en alma y cuerpo. Sus pecados fueron perdonados y su cuerpo fue sanado.

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La fe es por el oir

San Pablo en nuestra epístola (Romanos 10:9-17) dice que la fe del corazón, tal como se expresa en la confesión de la boca, trae justicia y salvación al creyente, y ninguna obra ni mérito tendrá este resultado. Así como el corazón y la boca se mencionan juntos, así la fe y la confesión no pueden separarse: la fe debe encontrar su expresión en la confesión de la boca.

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Ahora el periodo de gracia, luego el juicio

Nuestro evangelio de hoy, Lucas 19:41-48, no es la única vez que Jesús profetizó la destrucción de Jerusalén y su Templo en el año 70 d.C. Pero, solo nuestro texto de hoy dice que Jesús lloró por la ciudad que rechazó y sigue rechazando lo que puede traer paz entre los hombres y Dios. Sus lágrimas muestra claramente a Jesús como ser humano. Jesús llora por la ceguera presente y el desastre futuro. El Príncipe de paz se ve obligado a predicar guerra, asedio y destrucción porque los hombres de Jerusalén habían convertido el Templo, la casa de oración, en una cueva de ladrones. Sin embargo, con incansable compasión, Jesús sigue enseñando todos los días en el Templo.

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Es imposible separar la fe del amor de Dios

Nuestra lección del Antiguo Testamento (Génesis 15:1-6) habla de la fe de Abraham. La epístola (1 Juan 4:16-21) habla del amor perfecto que fluye de Dios hacia nosotros y de nosotros hacia nuestro prójimo. Las palabras “El perfecto amor echa fuera el temor” unen los dos temas. La Apología de la Confesión de Augsburgo, artículo IV:141) dice esto: “Es imposible separar la fe del amor de Dios, por pequeño que sea, porque por medio de Cristo se llega al Padre; y una vez aceptado el perdón de los pecados, estamos seguros de que tenemos un Dios es el Dios nuestro, es decir, de que Dios cuida de nosotros. En consecuencia le invocamos, le damos gracias, le tememos y amamos, como nos lo enseña Juan en su primera carta (1 Juan 4:19): Amamos porque él nos amó primero es decir, porque dio a su Hijo por nosotros y nos perdonó nuestros pecados. Entonces indica que la fe precede mientras que el amor sigue.”

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Vivir como peregrinos

Como todo ser humano, nacimos en pecado y vivimos en la oscuridad del mundo. Pero Cristo, la luz del mundo, nos ha llamado de la oscuridad a la luz. El apóstol Pedro dice en nuestro epístola (1 Pedro 2:11-20) que debido a que los cristianos no son más que peregrinos en este mundo y esperan con ansias su verdadero hogar en lo alto, Nos ha dado un lugar como ciudadanos de su reino, y, como San Pedro dice en 1 Pedro 2:9-10, nos capacita para vivir como el pueblo de Dios y su sacerdocio real. Con nuestra mirada puesta en este futuro, podemos vivir el ahora con alegría y anticipación entre aquellos que ignoran las palabras de gracia y misericordia de Dios.

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Oración y tentación

En las lecciones de hoy tenemos dos ejemplos de la oración en el que Dios pone a prueba a las personas para fortalecer su fe. En nuestra lección del Antiguo Testamento (Génesis 32:22-32), Jacob se prepara para su primer encuentro en años con Esaú, el hermano que había jurado matarlo. En nuestro evangelio para hoy, Mateo 15:21-28, encontramos la historia de una mujer cananea de la región de Tiro y de Sidón. Aprendemos de ellos a no rendirnos, sino a perseverar en la oración y en plena fe en que Dios quiere lo mejor para nosotros. El poder de la oración no reside en nuestra sinceridad o perseverancia, sino que si perseveramos con la ayuda del Espíritu Santo, recibimos lo mejor para nosotros.

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En el reino de los pájaros

Aunque trabajan constantemente para conseguir alimento para ellos y sus crías, las aves silvestres nos enseñan a no preocuparnos por la comida. Los alimentos, incluso los necesarios para sustentar la vida, y la ropa, incluso los necesarios para abrigarse, no deben ser motivo de preocupación. Nuestro Padre celestial promete que todas estas cosas nos serán dadas por Jesús, quien nos cuida. Él cuida los pájaros y las flores silvestres. La confianza en Jesús da contentamiento. Mateo 6:24-34 es nuestro evangelio para el decimoquinto domingo después de Trinidad.