David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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No nos dejas caer en la tentación

En nuestra clase de catecismo, cuando estudiamos la Sexta Petición del Padrenuestro, “No nos dejes caer in la tentación”,
distinguimos entre la tentación en dos sentidos. Primero, cuando Dios pone a prueba nuestra fe para acercarnos a él. Segundo, las tentaciónes son intentos de nuestros enemigos espirituales para alejarnos de Dios y sus caminos. El domingo pasado leímos Mateo 4:1-11, la tentación de Jesús. Fue el diablo quien tentó a Jesús, pero aquí Jesús, como Dios, tienta a la mujer cananea (Mateo 15:21-28), tal como
Dios tienta a Jacob en Génesis 32:22-32. Que quiere decir, el propósito en ambos casos fue para profundizar la fe de Jacob y la mujer cananea. Pero a menudo, en la prueba de la fe, parece que Dios no escucha nuestras oraciones, o incluso lucha contra nosotros. La clave para pasar la prueba es no rendirse, sino continuar orando con total confianza en la Palabra de Dios.

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Cuando venga lo que es perfecto

En nuestra epístola de hoy (1 Corintios 13:1-13), San Pablo dice así: “La caridad nunca deja de ser; mas las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” El apóstol habla en el capítulo 12 de diversos dones del Espíritu Santo. Algunos dones del Espíritu no son dados a todos, como la profecía y los milagros de sanidad. En capítulo 13, Pabla revela los done mejores y el camino más excelente. “La caridad nunca deja de ser”, tampoco fe y esperanza. Son dones del Espíritu dados a todos los cristianos para siempre y más allá. 

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Desde lágrimas a la alegŕia

Al igual que con el hijo de la viuda de Naín y Lázaro, nuestro Señor permitió a la hija de Jairo una extensión de su vida terrenal (Mateo 9:18-26). Pero para todos los fieles, la muerte física es meramente un breve sueño del cual habrá un despertar glorioso cuando Dios reúna alma y cuerpo.

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En vista de tu confesión

“En visto de tu confesión, como ministro llamado y ordenado por Cristo y su Iglesia, y por mandato de nuestro Señor, te perdono todos tus pecados.” Cada domingo pronuncio la absolución después de la confesión de la congregación. ¿Cómo puede un hombre decir estas palabras cuando sólo Dios puede perdonar los pecados? Porque nuestro Señor como verdadero hombre dijo estas palabras en nuestro evangelio para hoy, Mateo 9:1-8.

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No nos cansemos de hacer el bien

Según nuestro evangelio para hoy (Mateo 6:24-34), hay que buscar la salvación de Dios, luego confiar la vida diaria a su cuidado amoroso. Nosotros hacemos esto haciendo uso fiel de la Palabra y los sacramentos, a través de los cuales el Espíritu Santo nos lleva a arrepentirnos de nuestros pecados y a confiar en Jesús para el perdón. Convencidos de nuestra salvación, entregamos nuestras vidas diarias en las manos de nuestro Padre celestial.

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Sano en cuerpo y alma

Diez leprosos habían sido curados (Lucas 17:11.19). Sólo uno, al ver el milagro que se había hecho en su caso, sintió la necesidad de volver atrás y dar gracias al sanador. Sólo a éste Jesús le dijo: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. Había sido sanado en alma y cuerpo. Sus pecados fueron perdonados y su cuerpo fue sanado.

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La fe es por el oir

San Pablo en nuestra epístola (Romanos 10:9-17) dice que la fe del corazón, tal como se expresa en la confesión de la boca, trae justicia y salvación al creyente, y ninguna obra ni mérito tendrá este resultado. Así como el corazón y la boca se mencionan juntos, así la fe y la confesión no pueden separarse: la fe debe encontrar su expresión en la confesión de la boca.

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Ahora el periodo de gracia, luego el juicio

Nuestro evangelio de hoy, Lucas 19:41-48, no es la única vez que Jesús profetizó la destrucción de Jerusalén y su Templo en el año 70 d.C. Pero, solo nuestro texto de hoy dice que Jesús lloró por la ciudad que rechazó y sigue rechazando lo que puede traer paz entre los hombres y Dios. Sus lágrimas muestra claramente a Jesús como ser humano. Jesús llora por la ceguera presente y el desastre futuro. El Príncipe de paz se ve obligado a predicar guerra, asedio y destrucción porque los hombres de Jerusalén habían convertido el Templo, la casa de oración, en una cueva de ladrones. Sin embargo, con incansable compasión, Jesús sigue enseñando todos los días en el Templo.

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Es imposible separar la fe del amor de Dios

Nuestra lección del Antiguo Testamento (Génesis 15:1-6) habla de la fe de Abraham. La epístola (1 Juan 4:16-21) habla del amor perfecto que fluye de Dios hacia nosotros y de nosotros hacia nuestro prójimo. Las palabras “El perfecto amor echa fuera el temor” unen los dos temas. La Apología de la Confesión de Augsburgo, artículo IV:141) dice esto: “Es imposible separar la fe del amor de Dios, por pequeño que sea, porque por medio de Cristo se llega al Padre; y una vez aceptado el perdón de los pecados, estamos seguros de que tenemos un Dios es el Dios nuestro, es decir, de que Dios cuida de nosotros. En consecuencia le invocamos, le damos gracias, le tememos y amamos, como nos lo enseña Juan en su primera carta (1 Juan 4:19): Amamos porque él nos amó primero es decir, porque dio a su Hijo por nosotros y nos perdonó nuestros pecados. Entonces indica que la fe precede mientras que el amor sigue.”

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Vivir como peregrinos

Como todo ser humano, nacimos en pecado y vivimos en la oscuridad del mundo. Pero Cristo, la luz del mundo, nos ha llamado de la oscuridad a la luz. El apóstol Pedro dice en nuestro epístola (1 Pedro 2:11-20) que debido a que los cristianos no son más que peregrinos en este mundo y esperan con ansias su verdadero hogar en lo alto, Nos ha dado un lugar como ciudadanos de su reino, y, como San Pedro dice en 1 Pedro 2:9-10, nos capacita para vivir como el pueblo de Dios y su sacerdocio real. Con nuestra mirada puesta en este futuro, podemos vivir el ahora con alegría y anticipación entre aquellos que ignoran las palabras de gracia y misericordia de Dios.