David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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En vista de tu confesión

“En visto de tu confesión, como ministro llamado y ordenado por Cristo y su Iglesia, y por mandato de nuestro Señor, te perdono todos tus pecados.” Cada domingo pronuncio la absolución después de la confesión de la congregación. ¿Cómo puede un hombre decir estas palabras cuando sólo Dios puede perdonar los pecados? Porque nuestro Señor como verdadero hombre dijo estas palabras en nuestro evangelio para hoy, Mateo 9:1-8.

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Otra vez oímos “Esto es mi amado Hijo”

En la historia del bautismo de nuestro Señor, hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. En la cuenta de la Transfiguración, Mateo 17:1-9, oímos otra vez la voz del Padre todopoderoso: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia: a él oíd. Porque la voz del Padre pronunció casi las mismas palabras que en el bautismo de Jesús fue un testimonio muy solemne de Jesús como el Mesías e Hijo de Dios.

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La palabra segura y salvadora de absolución

Jesús dice en Mateo 9:1-8, el evangelio para el decimonoveno domingo después de Trinidad, también en Marcos 2:1-12 y Lucas 5:17-26: “El Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”. Se ocupa primero de la enfermedad del alma, anunciando con absoluta autoridad el hecho del perdón de los pecados, aplicándolo a este hombre individual. Así como el pecado es el mayor mal en la tierra y arrastra tras de sí todos los demás males de los que la carne es heredera, así el perdón es el mayor bien que Dios puede dar al hombre. Más tarde, Jesús le dio a la iglesia la autoridad de perdonar pecados en la tierra. Esto es lo que los luteranos llaman El Oficio de las Llaves, la quinta parte principal del Catecismo. El comentario de Mateo mira hacia el futuro, la iglesia apostólica, donde la palabra del perdón será pronunciada con validez divina. El perdón ya no será un evento incierto, reservado para el Juicio Final, sino una realidad concreta en este nuestro tiempo actual.

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La buena confesión

Nuestro Señor nos promete en el evangelio de hoy (Mateo 10:26-33), “Cualquiera, pues, que me confesare delante de los hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en el cielo.” También San Pablo en la epístola (1 Timoteo 6:11-16), “ Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo eres llamado, habiendo hecho buena profesión delante de muchos testigos. Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que testificó la buena profesión delante de Poncio Pilato.” Como Pilato le dijo a Jesús, a él no le preocupaba la verdad eterna. Quería evitar una insurrección de los judíos, lo que lo habría metido en problemas con el emperador romano. Entonces, aunque no consideró a Jesús digno de muerte, lo sentenció a la crucifixión. Pero Jesús le dijo que no tenía poder que Dios no le hubiera dado y que él era un instrumento del plan de salvación de Dios. Las historias que leemos en la Biblia sucedieron hace mucho tiempo y muy lejos. La historia de la Reforma está mucho más cerca de nosotros, pero, como dice el libro de Eclesiástes, nada hay nuevo debajo del sol. La Reforma del siglo XVI comenzó al final de octubre de 1517 cuando Martín Lutero clavó las 95 tesis a la puerta de la iglesia del castillo en Wittenberg, Alemania. Pero eso fue solo el comienzo de un movimiento que restauró la sana doctrina a la iglesia. En esta fecha recordemos otro evento importante, la Presentación de la Confesión de Augsburgo.

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El poder en la tierra para perdonar pecados

Antes de curar a un paralítico de su enfermedad física, nuestro Señor le dio el mayor regalo: el perdón de los pecados. Jesús dice Mateo 9:1-8, nuestro Evangelio del 19º domingo después de la Trinidad, y en los relatos paralelos de Marcos 2,1-12 y Lucas 5,17-26: “El Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”. Jesús, más tarde le dio a la iglesia la autoridad para perdonar los pecados en la tierra. Este es el Oficio de las Llaves, la quinta parte principal de nuestro Catecismo Menor.

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Nadie puede servir a dos señores

El evangelio de hoy les dice como los cristianos deben manejar sus posesiones terrenales, siempre con el pensamiento de que todas las cosas pertenecen a Dios y que vivirán para siempre. Así como el administrador injusto astutamente usó todo en su propio interés para esta vida solamente, así el creyente hijo de Dios debe usar astutamente todo como Dios quiere que lo use en su propio interés para la vida venidera. Esta parábola no dice que la gente gana el cielo por sus obras. Está hablando del uso adecuado de los bienes terrenales en interés de otras personas y del reino de Dios. El objetivo del cristiano es lo contrario del administrador injusto. Su pensamiento principal es el gozo y la seguridad de la vida eterna.

Por motivos malos, él mostró misericordia a los deudores a su amo. Sus acciones se reflejaron en su patrón, haciendo que los deudores alabaran la generosidad del maestro. Entonces, el señor le alabó. En la primera vez, el ejemplo del administrador injusto para nosotros no es su deshonestidad, sino su generosidad, no importa el motivo, y como sus acciones glorifican su señor. También, el administrador injusto es un modelo para nosotros es su enfoque en el futuro. Tanto los creyentes como los no creyentes viven para el futuro. Los incrédulos viven solo para esta vida. El creyente siempre mantiene su atención en la vida eterna. Jesús ya le ha dado al creyente vida eterna. Sin embargo, el administrador injusto sabía que sus días en el trabajo estaban contados. Así que hizo lo necesario para asegurar su futuro. Tenemos la esperanza más brillante, por lo que debemos estar tan enfocados en mantener nuestra relación con Dios, en lugar de las necesidades materiales de esta vida.

Lucas 16:1-13

1 Y dijo también a sus discípulos: “Había un hombre rico, el cual tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él de que había disipado sus bienes.” 2 “Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás ser mayordomo.” 3 “Entonces el mayordomo dijo dentro de sí: ¿Qué haré? Porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.” 4 “Ya sé lo que haré para que cuando sea quitado de la mayordomía, me reciban en sus casas.” 5 “Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor?” 6 “Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, y siéntate pronto, y escribe cincuenta.” 7 “Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Y él le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.” 8 “Y alabó el señor al mayordomo injusto por haber hecho astutamente; porque los hijos de este siglo son en su generación más astutos que los hijos de luz.” 9 “Y yo os digo: Haceos amigos de las riquezas de maldad, para que cuando fallareis, os reciban en las moradas eternas.” 10 “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.” 11 “Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” 12 “Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” 13 “Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”