David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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No sólo de pan el hombre vivirá

¿Por qué ayunó Jesús? (Mateo 4:1-11). Nuestro Señor no despreció las bendiciones de la comida y la bebida como algo pecaminoso en sí mismo. Realizó su primer milagro al convertir el agua en vino en una fiesta de bodas. El ayuno a menudo era expresaba tristeza por el pecado personal o el pecado de la nación. Pero Jesús no tenía pecado y no necesitaba arrepentirse. Ya se había sometido al bautismo de arrepentimiento de Juan y había recibido la aprobación de su Padre y el don del Espíritu Santo. Tal vez sea mejor pensar en Jesús ayunando en su dedicación a orar por nosotros los pecadores y meditar sobre el camino al que fue llamado.

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Tocad la trompeta…¿o no?

“Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea. Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos, congregad a los niños y a los que maman, salga de su cámara el novio, y de su tálamo la novia” (Joel 2:15-16), Pero note la insistencia en un arrepentimiento sincero y completo. El rasgarse las vestiduras, como el vestirse de cilicio y sentarse sobre ceniza (Jonás 3:1-10), era un símbolo externo de arrepentimiento. La práctica del ayuno no es obligatoria para los cristianos, pero tampoco está prohibido realizarlo como una expresión de humildad y dependencia de Dios. Nuestro Señor mismo ayunó durante 40 días y 40 noches. No criticó los actos externos en Mateo 6:16-21, sino los falsos motivos que tenían los fariseos, no sólo para el ayuno, sino también para la oración y la limosna. “Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.” Asimismo, la imposición de cenizas es útil como expresión de sincero arrepentimiento y fe.

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Cuando venga lo que es perfecto

En nuestra epístola de hoy (1 Corintios 13:1-13), San Pablo dice así: “La caridad nunca deja de ser; mas las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” El apóstol habla en el capítulo 12 de diversos dones del Espíritu Santo. Algunos dones del Espíritu no son dados a todos, como la profecía y los milagros de sanidad. En capítulo 13, Pabla revela los done mejores y el camino más excelente. “La caridad nunca deja de ser”, tampoco fe y esperanza. Son dones del Espíritu dados a todos los cristianos para siempre y más allá. 

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Nuestra misión es sembrar la Palabra de Dios

En la parábola de nuestro Evangelio de hoy (Lucas 8:4-15), un sembrador salió a sembrar su semilla. La Palabra de Dios es la semilla que da vida. La Palabra de Dios es llena de su poder omnipotente, y el mismo Dios omnipotente está activo en ella y a través de ella (Hebreos 4:9-14), La imagen de Isaías 55:10-13 es la Palabra de Dios como la lluvia que da vida y hace que los cultivos crezcan y den fruto. Sin embargo, la palabra del sembrador está escrito para nuestro consuelo y amonestación, para que no nos sorprendamos ni pensemos que es extraño aunque pocas personas acepten el beneficio de nuestra doctrina, y algunas incluso se vuelvan peores.

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Recompensa sin precio

En la parábola de la viña (Mateo 20:1-16), un denario representa algo que no tiene precio: la promesa de vida eterna. Todos los que trabajan en la viña reciben la misma recompensa, por la bondad del dueño (la gracia de Dios) y no por las horas trabajadas (mérito). También, San Pablo dice en nuestra epístola (1 Corintios 9:24-10:5) que los atletas compiten por una corona de hojas de laurel que se marchitan, pero los cristianos luchan por una corona incorruptible.

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La voz del Padre

En la Transfiguración (Mateo 17:1-9) la voz del Padre pronunció casi las mismas palabras que en el bautismo de Jesús: Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo complacencia. En relación con esto, Pedro testifica en nuestra epístola (2 Pedro 1:16-21): “Y nosotros oímos esta voz, enviada desde el cielo, cuando estábamos con él en el monte santo”.

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La gloria de tu pueblo Israel

¿Por qué dice Hebreos 2:14-18 “la descendencia de Abraham” y no “todos los hombres”? De lo que precede y de lo que sigue se desprende claramente que Jesús es el Salvador de todos los hombres. Decir que Jesús se sometió en perfecta obediencia no sólo a la ley moral universal, sino también a las leyes ceremoniales de Moisés. Puesto que Jesús, único entre los descendientes de Abraham, fue completamente fiel al antiguo pacto, nosotros que somos uno con él en el nuevo pacto no tenemos por qué hacerlo. Sin embargo, somos herederos por medio de él de todas las promesas que Dios hizo a Abraham.

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La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos

Había mucha gente necesitada de redención, y muchos dispuestos a recibirla. Por lo tanto, la necesidad de hombres aptos para participar en la gran obra de predicar el evangelio es grande. Esto ha sido cierto en todo momento desde los días de Jesús, y seguirá siendo cierto hasta el fin de los tiempos. Y así, la segunda parte de la declaración de Cristo en Lucas 20:28-35 también debe encontrar su aplicación: que la oración ferviente de todos los cristianos sinceros debe elevarse al Padre de toda gracia y misericordia para que envíe obreros a su mies.

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Agua al vino, vino a la sangre

El primer milagro de Moisés consistió en convertir el agua en sangre (Éxodo 7:20) para mostrar la justicia de Dios. El milagro o señal que hizo Jesús en Caná (Juan 2:1-12), el agua convertido en vino, prefigura la presencia de la sangre de Cristo, derramada en la cruz, en, con y bajo el vino en la Santa Cena, para mostrar su misericordia

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Para cumplir toda justicia

“Para cumplir toda justicia”. Jesús pronunció las palabras en nuestro evangelio de hoy (Mateo 3:13-17), en lugar de las que otros que fueron bautizados, siendo pecadores, confesaron acerca de sus pecados. La justicia es definida por el bautismo de Jesús en el mismo momento en que ocurre, que culmina en su crucifixión. Esta justicia es más que la mera fidelidad a una serie de principios morales. La justicia de Cristo imputada en el bautismo es un hecho establecido para todas las personas.