David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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La herencia de gracia

Toda la Ley de Moisés no era sólo la ley moral, establecida en los 10 Mandamientos, sino un conjunto completo de reglas y normas para todos los aspectos de la vida. Si los antiguos esclavos y refugiados de Egipto seguían estas reglas, Dios haría de ellos una gran nación. En nuestra epístola de hoy (Gálatas 3:15-22), San Pablo dice que esta ley no fue la base de la promesa de Dios a Abraham. El Señor le prometió a Abraham que no sólo sería el padre de una gran nación, sino que también de su linaje nacería el Salvador de todas las naciones prometido a Adán y Eva en Génesis 3:15. Siempre que Dios habla del Mesías, lo hace en singular. En este único descendiente de Abraham, en Jesús de Nazaret, son benditas todas las naciones.

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Cristo es la Peña de Horeb

“He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña de Horeb.” (Éxodo 17:6). El Israel antiguo experimentó la misma gracia que los cristianos experimentan en su bautismo (1 Corintios 10:1-2). También Israel tenía una cena sobrenatural dada por el Señor para nutrir su presencia en la iglesia. Y, con todo, Israel cayó y provocó el juicio de Dios. Así como Israel recibió los dones espirituales de Dios pero resistió su voluntad, así la iglesia puede rechazar a Dios a pesar de sus bendiciones. Las tentaciones que enfrenta continuamente el pueblo de Dios se resumen en la adoración de aquello que no es Dios. La gracia de Dios, y sus dones, colocan al hombre en una relación personal y responsable con él. No asegura al hombre contra el pecado y el juicio en forma mágica y automática. Sin embargo, no que los cristianos vivan en terror; ellos saben que el Dios fiel, que los llamó a la hermandad de su Hijo queda a cargo en forma protectora des sus vidas en luchas.