David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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El don del Espíritu Santo

La luna puede tener sus fases y el sol sus eclipses, pero nuestro Dios resplandece sobre sus hijos espirituales en una gloria sin oscurecimiento. La Fórmula de Concordia, Declaración Sólida, Artículo VIII:49: “Ya que no hay variación con Dios, Santiago 1:17, nada fue añadido o quitado de la esencia y propiedades de la naturaleza divina de Cristo a través de la encarnación, ni la naturaleza divina fue intrínsecamente disminuida o aumentada por ello.” Porque Dios por naturaleza no cambia, su Palabra es seguro y también nuestra salvación. De los muchos dones espléndidos de Dios, el apóstol nombra el más alto y mejor: Porque Él lo quiso, nos engendró por la Palabra de verdad, en la persona de Jesucristo, también en las Escrituras, el testimonio de los profetas y apóstoles. Las confesiones luteranas también enfatizan una y otra vez que el Espíritu Santo actúa por medio de la Palabra predicada y los sacramentos y no aparte de ellos. Esto está de acuerdo con lo que dice Jesús en nuestro evangelio para hoy, Juan 16:5-15. “Pero cuando el Espíritu de verdad venga, Él os guiará a toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber las cosas que han de venir.”

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Yo voy al Padre

“Un poco más, y no me veréis; y otra vez un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre.” (Juan 16:16-22) Las palabras de Jesús, “Yo voy al Padre”, significan que Jesús va a entrar en una vida nueva y eterna. A través de su muerte Jesús entrará plenamente en su reino. Que Cristo salió del Padre, o fue enviado por el Padre, no significa nada más que Él, el verdadero Hijo de Dios desde la eternidad, se hizo un verdadero hombre y se reveló en la tierra en la naturaleza, esencia y forma humana, se permitió ser visto, oído, sentido, comido, bebido, dormido, trabajado, sufrido y muerto, como cualquier otra persona. Nuevamente, que Él va al Padre, eso significa que Él será glorificado por su resurrección de entre los muertos, que Él está sentado a la diestra de Dios y reina con Él en la eternidad, como Dios eterno y todopoderoso.

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Habrá un rebaño y un pastor

Nuestro texot para el tercer domingo de Pascua es Juan 10:11-16. Uno solo puede llamarse “el Buen Pastor” porque hay uno solo que ha dado su vida como sacrificio por las ovejas. Entonces, ¿por qué hay pastores en la iglesia hoy en día? Sabemos por causa de otros pasajes del Nuevo Testamento que nuestro Señor instituyó un oficio de la predicación de la Palabra y la administración de los sacramentos. También mandó a los apóstoles entrenar otros para apacentar las ovejas y busca para las esparcidas. La misión de la iglesia es para buscar a las ovejas esparcidas y guardarlas en el rebaño hasta el día que Cristo venga.

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La paz y el perdón

La Pascua de Cristo no es solo un día, sino una estación que comienza el Domingo de Pascua y dura 50 días hasta el Domingo de Pentecostés. En el segundo domingo de Pascua, el 16 de abril, recordamos el octavo día después de la resurrección cuando el Señor apareció a Tomás, para mostrar las marcas de la crucifixión (Juan 20:19-31). Había visto a su Señor resucitado, Tomás creyó y quedó satisfecho y feliz. Pero es cierto en todo momento que la bienaventuranza y la felicidad de la fe perfecta no descansan sobre las evidencias de los sentidos ni sobre los sentimientos y la razón, sino sobre la Palabra del Evangelio. Personas que dudan el amor y de la presencia de Dios en sus vidas, muchas veces se lamentan: Si yo hubiera visto al Cristo resucitado tendría una fe más firme y una esperanza más segura. Para tales personas, la historia de la duda de Tomás es un llamado para andar por fe y no por vista.

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En el bautismo hay la promesa de nuestra resurrección

Los medios de gracia a través de los cuales obra el Espíritu Santo desde ahora hasta el Día del Juicio son la Palabra y los sacramentos que Dios ha dado a su iglesia. El versículo 16 es una parte especialmente importante de nuestro texto para el Domingo de Pascua (Marcos 16:1-20). El Catecismo Menor del Doctor Martín Lutero dice así sobre el bautismo: El bautismo efectúa perdón de los pecados, redime de la muerte y del diablo, y da la salvación eterna a todos los que creen, tal como se exprese en las palabras y promesas de Dios. Y estas palabras y promesas son las que nuestro Señor dice en versículo 16 del último capítulo del evangelio de San Marcos. “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Hoy comienza la nueva vida en Cristo para Pedro José Gael Santana Marquina. Que el Señor proteja su entrada y su salida, desde ahora y para siempre. Amén.

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Bendito el que viene en el nombre del Señor

“¡Hosanna! ¡Bendito el Rey de Israel, que viene en el nombre del Señor!” Hoy día usamos una versión de estas palabras de Juan 12:12-19 en nuestra liturgia como la segunda parte del Sanctus. La palabra hosanna es una forma imperativa del verbo que en hebreo quiere decir salva.Tanto la aclamación hosanna como las palabras, “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor” vienen del Salmo 118:25-26. El Salmo 118 es un salmo procesional en el que se celebra la liberación repetida de Dios de su pueblo a lo largo de los siglos. Los fieles entrarían por las puertas del Templo de Jerusalén con palmas para recibir la bendición sacerdotal del versículo 26. Estas palabras del salmo se entendían en un sentido mesiánico, como nuestra lectura del Antiguo Testamento, Zacarías 9:9-12. “Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén; y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones; y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra.” El profeta no habló de un conquistador o revolucionario que viene montado en un caballo para establecer su reino por la violencia, sino un rey que viene montado en un burro para hacer un tratado de paz. A pesar de eso, muchas personas entendieron su entrada triunfal en un sentido político o nacionalista. Los discípulos tampoco no entendieron en aquel momento, pero después de la resurrección, si.

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Los verdaderos hijos de Abraham

En Juan 8:42-59, nuestro evangelio para el quinto domingo en Cuaresma, 26 de marzo, nuestro Señor explica que la salvación no es por la historia de la familia, sino por la fe que el Espíritu Santo enciende en nuestros corazones como en los corazones de las generaciones anteriores.

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Él pasó la prueba otra vez

Jesús rechazó la tentación de convertir piedras en pan en el desierto. Pero, luego multiplicó cinco panes de cebada y dos pececillos para la alimentación de cinco mil, según Juan 6:1-15, nuestro texto para el cuarto domingo en Cuaresma. Sin embargo, Jesús pasó la misma prueba. ¿Como? ¿Y que implica para nosotros?

Juan 6:1-15

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Nuestro Señor es más fuerte que el diablo

“Cuando el fuerte armado guarda su atrio, en paz está lo que posee. Mas si sobreviniendo otro más fuerte que él, le venciere, le toma todas sus armas en que confiaba, y reparte sus despojos.” Lucas 11:21-22. Como dice nuestro himno, “Castillo Fuerte”, “Con furia y con afán, acósanos Satán. Por armas deja ver astucia y gran poder. Cual él no hay en la tierra.” Sin embargo, “el otro más fuerte” es Jesucristo. Como dice el himno, “Más por nosotros pugnará de Dios el Escogido”. ¿Sabes quién es? Jesucristo.

Lucas 11:14-28

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El poder de la oración es en la Palabra de Dios

No debemos rendirnos aunque el Señor no nos contesta o parece contra nosotros. Esto es el tema de nuestras lecturas para el segundo domingo en Cuaresma, Génesis 32:22-32 y Mateo 15:21-28. ¿En que consiste el poder de la oración? No en nuestra voluntad o nuestros méritos, sino en las promesas seguras de la Palabra de Dios. Dios nos ha prometido a escuchar todas nuestras oraciones. Sin embargo, la respuesta no depende en la fuerza de nuestra fe. Dios tiene todo el poder y además sabe que necesitamos más que nosotros podamos saber. Dios va a contestar nuestras oraciones en su tiempo según su voluntad. El propósito de la oración es para enseñarnos a confiar mas y mas en Dios.

Mateo 15:21-28