David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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El evangelio eterno trae juicio

Se ha entendido que Apocalipsis 3:19-25 se aplica a la Reforma. Lutero, llamado por Dios a través de Su Palabra de una manera muy singular, predicó públicamente que el hombre no es justificado ni salvo de ninguna manera ni en ninguna parte por su propia obra y mérito, sino total y únicamente por medio de la obra de Cristo, que se imputa al creyente por la fe. Y con gran poder testificó que las obras de los cristianos que agradan al Señor no son las que ellos mismos eligen, sino las que realizan los hijos justificados de Dios, por la fe, por medio del Espíritu Santo, por amor a Dios y al prójimo, y para honra del Señor. Este Evangelio, tal como lo predicó Lutero, fue propagado como si los mismos ángeles lo estuvieran llevando desde la pequeña ciudad de Wittenberg a todas las lenguas y pueblos; y la Iglesia de la Reforma todavía continúa su marcha victoriosa a través de los países.

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No nos cansemos de hacer el bien

Según nuestro evangelio para hoy (Mateo 6:24-34), hay que buscar la salvación de Dios, luego confiar la vida diaria a su cuidado amoroso. Nosotros hacemos esto haciendo uso fiel de la Palabra y los sacramentos, a través de los cuales el Espíritu Santo nos lleva a arrepentirnos de nuestros pecados y a confiar en Jesús para el perdón. Convencidos de nuestra salvación, entregamos nuestras vidas diarias en las manos de nuestro Padre celestial.

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La herencia de gracia

Toda la Ley de Moisés no era sólo la ley moral, establecida en los 10 Mandamientos, sino un conjunto completo de reglas y normas para todos los aspectos de la vida. Si los antiguos esclavos y refugiados de Egipto seguían estas reglas, Dios haría de ellos una gran nación. En nuestra epístola de hoy (Gálatas 3:15-22), San Pablo dice que esta ley no fue la base de la promesa de Dios a Abraham. El Señor le prometió a Abraham que no sólo sería el padre de una gran nación, sino que también de su linaje nacería el Salvador de todas las naciones prometido a Adán y Eva en Génesis 3:15. Siempre que Dios habla del Mesías, lo hace en singular. En este único descendiente de Abraham, en Jesús de Nazaret, son benditas todas las naciones.

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Ahora el periodo de gracia, luego el juicio

Nuestro evangelio de hoy, Lucas 19:41-48, no es la única vez que Jesús profetizó la destrucción de Jerusalén y su Templo en el año 70 d.C. Pero, solo nuestro texto de hoy dice que Jesús lloró por la ciudad que rechazó y sigue rechazando lo que puede traer paz entre los hombres y Dios. Sus lágrimas muestra claramente a Jesús como ser humano. Jesús llora por la ceguera presente y el desastre futuro. El Príncipe de paz se ve obligado a predicar guerra, asedio y destrucción porque los hombres de Jerusalén habían convertido el Templo, la casa de oración, en una cueva de ladrones. Sin embargo, con incansable compasión, Jesús sigue enseñando todos los días en el Templo.

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La ley que hace sabio el sencillo

Salmo 19 dice así: “La ley de Jehová es perfecta, convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.” Sin el arrepentimiento del pecado y la luz de Cristo en el corazón, la ley es una gran carga que no queremos soportar, no condena y produce ira contra Dios. Pero si hemos recibido la nueva vida en Cristo, ya no obedecemos la ley por temor al castigo. Más bien, debido a que Dios nos ha amado sin medida, hacer su voluntad es nuestro gozo. La ley nos proporciona una guía hacia este fin. Permanezcamos en Él por la fe para que podamos producir mucho fruto para glorificar a nuestro Padre celestial y beneficiar a nuestro prójimo en la tierra. Estos hechos no nos salvan pero prueban que tenemos fe en nuestro Señor Jesús.

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Que el Espíritu Santo vuevla nuestros corazones hacia la fe

Marcos 16:16 es uno de los versículos más citados de la Biblia, incluyendo en el Catecismo Menor del Dr. Martín Lutero. También es la predicación de la Ley y el Evangelio. Dios usa la Ley para revelar y condenar nuestro pecado. Muestra que todos hemos pecado y no podemos guardar los mandamientos de Dios. De esta manera la Ley da a conocer nuestra necesidad del Evangelio. La Ley habla a nuestros corazones, pero sin el Evangelio sólo produce ira y muerte. La Ley demanda, amenaza y condena. El Evangelio ofrece el perdón de los pecados, las buenas noticias de que somos liberados de la culpa, del castigo y del poder del diablo, y de que somos salvos por toda la eternidad porque Cristo cumplió la Ley, sufrió, murió y resucitó por nosotros.

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No por Moisés sino por Cristo somos salvos

Con la ayuda de Dios, Moisés alimentó a las multitudes en el desierto con el maná del cielo. En Juan 6:1-15 el evangelista enfatiza que Jesús no sólo sustituye el cordero en la Pascua del Antiguo Testamento, sino también reemplaza a Moisés como el profeta enviado para revelar a la voluntad del Padre.

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La palabra segura y salvadora de absolución

Jesús dice en Mateo 9:1-8, el evangelio para el decimonoveno domingo después de Trinidad, también en Marcos 2:1-12 y Lucas 5:17-26: “El Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”. Se ocupa primero de la enfermedad del alma, anunciando con absoluta autoridad el hecho del perdón de los pecados, aplicándolo a este hombre individual. Así como el pecado es el mayor mal en la tierra y arrastra tras de sí todos los demás males de los que la carne es heredera, así el perdón es el mayor bien que Dios puede dar al hombre. Más tarde, Jesús le dio a la iglesia la autoridad de perdonar pecados en la tierra. Esto es lo que los luteranos llaman El Oficio de las Llaves, la quinta parte principal del Catecismo. El comentario de Mateo mira hacia el futuro, la iglesia apostólica, donde la palabra del perdón será pronunciada con validez divina. El perdón ya no será un evento incierto, reservado para el Juicio Final, sino una realidad concreta en este nuestro tiempo actual.

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La Palabra de Dios y la Persona de Cristo

“¿Qué pensáis de Cristo? ¿De quién es hijo?” Esto es lo que Jesús preguntó a los fariseos en Mateo 22:34-46, el evangelio seleccionado para el decimoctavo domingo después de Trinidad. Para nosotros también hoy día, su destino se decidirá según la forma en que los hombres decidan su estimación de Cristo. En este último intento de convertir a sus enemigos Jesús les ofrece la clara enseñanza del Antiguo Testamento de lo que dice la Palabra de Dios y de su persona, verdadero Dios y verdadero hombre.

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El tercer uso de la Ley

Nuestro Señor dice así en el evangelio para el sexto domingo después de Trinidad (Mateo 5:20-26): “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.”? Nuestra justicia es mayor que la de los escribas y fariseos porque somos revestidos en la perfecta justicia de Jesucristo en el bautismo. San Pablo dice en la epístola (Romanos 6:-11) “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? ¡En ninguna manera! Porque los que somos muertos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?…Así también vosotros consideraos en verdad muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.”