David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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La fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios

“Así que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” En Romanos 10:9-17, nuestro epístola para el duodécimo domingo después de Trinidad, San Pablo afirma que la predicación del evangelio tanto a los judíos como a los gentiles es conforme a la voluntad de Dios. Puesto que el Señor quiere que todos los hombres se salven, también quiere que el Evangelio sea predicado a todos los hombres. El mensaje de Isaías 29:17-24 concuerda con la del apóstol. Dios desea que sus hijos de todos los tiempos aprendan de Él la verdadera sabiduría, que escuchen y presten atención a su Palabra y sean encontrados en los caminos de la santificación. ¿Y los que no pueden oír? El profeta dice así: “Y en aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las tinieblas.” Nuestro Señor cumplió la profecía de Isaías en Marcos 7:31-37, también Salmo 146. Este hecho del Señor no fue una ordenanza para todos, pero en otra manera tiene el aspecto de un sacramento. La Palabra de Dios fue ligada con un elemento visible. Fíjate: Aquel hombre no tenía ninguna habilidad para sanar si mismo. Todo fue hecho por la Palabra del Señor. Dios ha dado la predicación de la Palabra y los sacramentos para que las personas lleguen a la fe.

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El don del Espíritu Santo

La luna puede tener sus fases y el sol sus eclipses, pero nuestro Dios resplandece sobre sus hijos espirituales en una gloria sin oscurecimiento. La Fórmula de Concordia, Declaración Sólida, Artículo VIII:49: “Ya que no hay variación con Dios, Santiago 1:17, nada fue añadido o quitado de la esencia y propiedades de la naturaleza divina de Cristo a través de la encarnación, ni la naturaleza divina fue intrínsecamente disminuida o aumentada por ello.” Porque Dios por naturaleza no cambia, su Palabra es seguro y también nuestra salvación. De los muchos dones espléndidos de Dios, el apóstol nombra el más alto y mejor: Porque Él lo quiso, nos engendró por la Palabra de verdad, en la persona de Jesucristo, también en las Escrituras, el testimonio de los profetas y apóstoles. Las confesiones luteranas también enfatizan una y otra vez que el Espíritu Santo actúa por medio de la Palabra predicada y los sacramentos y no aparte de ellos. Esto está de acuerdo con lo que dice Jesús en nuestro evangelio para hoy, Juan 16:5-15. “Pero cuando el Espíritu de verdad venga, Él os guiará a toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber las cosas que han de venir.”

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Los verdaderos hijos de Abraham

En Juan 8:42-59, nuestro evangelio para el quinto domingo en Cuaresma, 26 de marzo, nuestro Señor explica que la salvación no es por la historia de la familia, sino por la fe que el Espíritu Santo enciende en nuestros corazones como en los corazones de las generaciones anteriores.

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Él pasó la prueba otra vez

Jesús rechazó la tentación de convertir piedras en pan en el desierto. Pero, luego multiplicó cinco panes de cebada y dos pececillos para la alimentación de cinco mil, según Juan 6:1-15, nuestro texto para el cuarto domingo en Cuaresma. Sin embargo, Jesús pasó la misma prueba. ¿Como? ¿Y que implica para nosotros?

Juan 6:1-15

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El poder de la oración es en la Palabra de Dios

No debemos rendirnos aunque el Señor no nos contesta o parece contra nosotros. Esto es el tema de nuestras lecturas para el segundo domingo en Cuaresma, Génesis 32:22-32 y Mateo 15:21-28. ¿En que consiste el poder de la oración? No en nuestra voluntad o nuestros méritos, sino en las promesas seguras de la Palabra de Dios. Dios nos ha prometido a escuchar todas nuestras oraciones. Sin embargo, la respuesta no depende en la fuerza de nuestra fe. Dios tiene todo el poder y además sabe que necesitamos más que nosotros podamos saber. Dios va a contestar nuestras oraciones en su tiempo según su voluntad. El propósito de la oración es para enseñarnos a confiar mas y mas en Dios.

Mateo 15:21-28

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Cuando el diablo cita las Escrituras

El diablo puede citar las Palabra de Dios, pero solamente para sembrar dudas y división. Satanás dijo a Eva en el jardín, “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” También dijo a Jesús en pináculo del Templo de Jerusalen, “Si eres el Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y en sus manos te sostendrán para que no tropieces con tu pie en piedra” (Salmo 91:11-12). Podemos aprender de Jesús como contestar al diablo en Mateo 4:1-11, nuestro evangelio para el primer domingo en Cuaresma.

Mateo 4:1-11

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Dios nos escucha en nuestra oscuridad

Lucas 18::31-43

Quizás la vista sea el rey de los cinco sentidos, pero el oído es la reina. Sin la vista, un ciego oyó el acercamiento de Jesucristo y gritó, “Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!” Por sus orejas oyó las palabras del Señor, “Tu fe ha salvado.” Y su vista fue restaurado. Así dice Lucas 18:1-13, nuestro evangelio para Quincuagésima, el último domingo antes de Cuaresma. Escuchamos la Palabra de Dios por la fe; Dios siempre escuchó el grito del corazón fiel.

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La Palabra es viva y eficaz

Hebreos 4:9-13 es nuestro texto para reflexión en el domingo de Sexagésima, el 12 de febrero. Puede haber quienes sientan que lo que Dios dijo hace mucho tiempo no puede alcanzarlos. El escritor de Hebreos hace sonar una advertencia. Para el creyente estas son palabras de consuelo pero para el incrédulo, palabras aterradoras. La Palabra expone la verdadera condición del corazón de la persona delante de Dios. Porque no se debe pensar en este asunto a la ligera, como procede a mostrar el sagrado escritor: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

https://caramuca.ilv-venezuela.net/sermones/?sermon_id=430

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Éste es mi Hijo amado

“Éste es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento; a Él oíd”. Con estas palabras culminó el suceso en el monte de la Transfiguración. En Mateo 17:1-9, nuestro evangelio para el 29 de enero de 2023, Jesús fue investido con honor y gloria de su mismo Padre celestial. No todos los discípulos vieron su gloria divina brilló a través de su forma y persona exterior, solo Pedro, Juan y Santiago. Tampoco todos nosotros somos testigos oculares a la resurrección. Pero, en nuestra epístola (2 Pedro 1:16-21), Pedro dice así, “Tenemos además la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una lámpara que alumbra en lugar oscuro hasta que el día esclarezca, y la estrella de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada; porque la profecía no vino en tiempo pasado por la voluntad del hombre; sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo guiados por el Espíritu Santo.”

https://anchor.fm/mision-la-epifania/episodes/ste-es-mi-Hijo-amado-e1u6450

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El mundo entero en sus manos para siempre

Todavía Jesucristo no ha regresado en gloria, entonces los burladores dicen hoy como en aquella época de Pedro que la Palabra de Dios no es confiable y que la regularidad y continuidad del orden creado no era y no podía ser interrumpido por eventos sobrenaturales, como la segunda venida del Señor. Sin embargo, hay orden en el universo porque Dios no sólo creó el cielo y la tierra, también mantiene y sostiene todas sus criaturas. Confesamos que después de había resucitado de los muertos, Jesucristo subió al cielo para ser sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso para gobernar el universo juntos con el Padre y el Espíritu Santo. “Porque ellos ignoran voluntariamente esto; que por la palabra de Dios fueron creados los cielos en el tiempo antiguo, y la tierra, que por agua y en agua está asentada; 6 por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua. Pero los cielos que son ahora, y la tierra, son reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.” 2 Pedro 3:5-7 “El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” 2 Pedro 8:9