David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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Éste es mi Hijo amado

“Éste es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento; a Él oíd”. Con estas palabras culminó el suceso en el monte de la Transfiguración. En Mateo 17:1-9, nuestro evangelio para el 29 de enero de 2023, Jesús fue investido con honor y gloria de su mismo Padre celestial. No todos los discípulos vieron su gloria divina brilló a través de su forma y persona exterior, solo Pedro, Juan y Santiago. Tampoco todos nosotros somos testigos oculares a la resurrección. Pero, en nuestra epístola (2 Pedro 1:16-21), Pedro dice así, “Tenemos además la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una lámpara que alumbra en lugar oscuro hasta que el día esclarezca, y la estrella de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada; porque la profecía no vino en tiempo pasado por la voluntad del hombre; sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo guiados por el Espíritu Santo.”

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El mundo entero en sus manos para siempre

Todavía Jesucristo no ha regresado en gloria, entonces los burladores dicen hoy como en aquella época de Pedro que la Palabra de Dios no es confiable y que la regularidad y continuidad del orden creado no era y no podía ser interrumpido por eventos sobrenaturales, como la segunda venida del Señor. Sin embargo, hay orden en el universo porque Dios no sólo creó el cielo y la tierra, también mantiene y sostiene todas sus criaturas. Confesamos que después de había resucitado de los muertos, Jesucristo subió al cielo para ser sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso para gobernar el universo juntos con el Padre y el Espíritu Santo. “Porque ellos ignoran voluntariamente esto; que por la palabra de Dios fueron creados los cielos en el tiempo antiguo, y la tierra, que por agua y en agua está asentada; 6 por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua. Pero los cielos que son ahora, y la tierra, son reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.” 2 Pedro 3:5-7 “El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” 2 Pedro 8:9

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La Palabra de vida para todos

La historia de la revivificación del hijo de la viuda de Nain (Lucas 7:11-17) es nuestro evangelio para el decimosexto domingo después de Trinidad. Jesús realizó sus maravillosas obras de poder y compasión no por el reconocimiento que recibió, sino a pesar del hecho de que no recibió lo que le correspondía. Su compasión fue genuina y efectiva, no como la de los seres humanos pecadores, que a menudo es fingida e ineficaz. Este milagro no solo prueba que Jesús es el Señor, sino que también muestra su gran compasión por los indigentes. Los milagros no producen fe en Cristo, pero prueban que Jesús es el verdadero Dios. ¿Qué hacen por nosotros hoy los milagros registrados? Fortalecen nuestra fe cuando se debilita. Nos recuerdan que Dios ha visitado al hombre.

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