David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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Él os enseñará todas las cosas

Nuestras lecturas de Génesis 11:1-9 y Hechos 2:1-21 describen eventos similares con resultados diferentes. En ambos casos, los hombres de repente empiezan a hablar en diferentes idiomas y finalmente se dispersan por todo el mundo. Pero en el primer caso fue un castigo de Dios y en el segundo, una bendición. Porque los que construyeron el torre de Babel desafiaron la voluntad del Padre, mientras los discípulos de Jesús le obedecieron. De todo modo, la voluntad de Dios fue cumplida.

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El Espíritu Santo como Guía y Protector

En Juan 16:5-15, Jesús les habla de la triple obra del Espíritu Santo. Él convencerá al mundo, a todos los hombres, de tres cosas: pecado, justicia y juicio. Además, a través de la Palabra escrita, el Espíritu guía, conduce y consuela a la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

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Que el Espíritu Santo vuevla nuestros corazones hacia la fe

Marcos 16:16 es uno de los versículos más citados de la Biblia, incluyendo en el Catecismo Menor del Dr. Martín Lutero. También es la predicación de la Ley y el Evangelio. Dios usa la Ley para revelar y condenar nuestro pecado. Muestra que todos hemos pecado y no podemos guardar los mandamientos de Dios. De esta manera la Ley da a conocer nuestra necesidad del Evangelio. La Ley habla a nuestros corazones, pero sin el Evangelio sólo produce ira y muerte. La Ley demanda, amenaza y condena. El Evangelio ofrece el perdón de los pecados, las buenas noticias de que somos liberados de la culpa, del castigo y del poder del diablo, y de que somos salvos por toda la eternidad porque Cristo cumplió la Ley, sufrió, murió y resucitó por nosotros.

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Seremos como Él, porque le veremos como Él es

Martín Lutero cuestionó la idea de que el Papa pudiera utilizar un tesoro de méritos ganados a través de la devoción y buenas obras de personas declaradas “santos” por la iglesia romana para aliviar el tiempo servido por personas menos ejemplares como penitencia en el Purgatorio con cartas de indulgencia. Gracias a Lutero y sus compañeros reformadores, ahora entendemos que toda la iglesia, tanto en la tierra como en el cielo, es la comunión de los santos, que son todos los que han sido declarados justos a los ojos de Dios mediante la fe en Jesucristo. Como dice 1 Juan 3:1-3, nuestro texto para el domingo de Todos los Santos: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él apareciere, seremos semejantes a Él, porque le veremos como Él es. Y cualquiera que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro.”

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Andéis como es digno del llamamiento con que sois llamados

“Un cuerpo, y un Espíritu, como sois también llamados en una misma esperanza de vuestro llamamiento. Un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todo, y por todo, y en todos vosotros.” Efesios 4:1-6, la epístola para el decimoséptimo domingo después de Trinidad, nos da la base para la unidad de la Iglesia. El Espíritu Santo nos une a todos en la misma esperanza a través del bautismo. San Pablo no dice: Vivid según el llamado de Dios y vuestra decisión. Él dice: Vivid según el principio de que el Espíritu Santo os ha llamado por el Evangelio. Además, dice “con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor”.

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La fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios

“Así que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” En Romanos 10:9-17, nuestro epístola para el duodécimo domingo después de Trinidad, San Pablo afirma que la predicación del evangelio tanto a los judíos como a los gentiles es conforme a la voluntad de Dios. Puesto que el Señor quiere que todos los hombres se salven, también quiere que el Evangelio sea predicado a todos los hombres. El mensaje de Isaías 29:17-24 concuerda con la del apóstol. Dios desea que sus hijos de todos los tiempos aprendan de Él la verdadera sabiduría, que escuchen y presten atención a su Palabra y sean encontrados en los caminos de la santificación. ¿Y los que no pueden oír? El profeta dice así: “Y en aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las tinieblas.” Nuestro Señor cumplió la profecía de Isaías en Marcos 7:31-37, también Salmo 146. Este hecho del Señor no fue una ordenanza para todos, pero en otra manera tiene el aspecto de un sacramento. La Palabra de Dios fue ligada con un elemento visible. Fíjate: Aquel hombre no tenía ninguna habilidad para sanar si mismo. Todo fue hecho por la Palabra del Señor. Dios ha dado la predicación de la Palabra y los sacramentos para que las personas lleguen a la fe.

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Derramaré mi Espíritu sobre toda carne

“Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.” Joel 2: 28-32. Esta profecía de Joel se cumplió, en cuanto a su comienzo, en el gran día de Pentecostés, como también afirma Pedro en la introducción a su poderoso sermón pronunciado ante los asombrados habitantes de la ciudad de Jerusalén. Joel había profetizado que en los últimos días el Espíritu Santo sería derramado sobre todos los hombres. Dios revelaría su voluntad no solo a los profetas, sino a todos los hombres. El hablar en lenguas no fue el desencadenamiento momentáneo de una emoción efervescente sino la obra del Dios eterno. Fue el resultado no del vino, sino del Espíritu Santo. La predicación de Cristo, que fue iniciada por los humildes pescadores de Galilea, se ha difundido por todo el mundo, reuniendo en sí a su Iglesia de entre todas las naciones del mundo. Hijos e hijas, ancianos y jóvenes, siervos y siervas, reciban el don del Espíritu Santo. Y aunque la obra del Espíritu no se manifiesta de la misma manera que en los primeros días de la iglesia, en visiones, en sueños, en profecía, sin embargo, el Espíritu vive en los corazones de los creyentes, les da el conocimiento de Jesucristo, su Salvador, y los insta a hablar de aquello en lo que creen tan firmemente, y a invocar el nombre del Señor. El derramamiento del Espíritu es el último de los grandes milagros de Dios hasta el gran día de su regreso al juicio. Mientras tanto, tenemos el consuelo de que nuestra salvación está segura en Él.

 

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El don del Espíritu Santo

La luna puede tener sus fases y el sol sus eclipses, pero nuestro Dios resplandece sobre sus hijos espirituales en una gloria sin oscurecimiento. La Fórmula de Concordia, Declaración Sólida, Artículo VIII:49: “Ya que no hay variación con Dios, Santiago 1:17, nada fue añadido o quitado de la esencia y propiedades de la naturaleza divina de Cristo a través de la encarnación, ni la naturaleza divina fue intrínsecamente disminuida o aumentada por ello.” Porque Dios por naturaleza no cambia, su Palabra es seguro y también nuestra salvación. De los muchos dones espléndidos de Dios, el apóstol nombra el más alto y mejor: Porque Él lo quiso, nos engendró por la Palabra de verdad, en la persona de Jesucristo, también en las Escrituras, el testimonio de los profetas y apóstoles. Las confesiones luteranas también enfatizan una y otra vez que el Espíritu Santo actúa por medio de la Palabra predicada y los sacramentos y no aparte de ellos. Esto está de acuerdo con lo que dice Jesús en nuestro evangelio para hoy, Juan 16:5-15. “Pero cuando el Espíritu de verdad venga, Él os guiará a toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber las cosas que han de venir.”

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La Palabra es viva y eficaz

Hebreos 4:9-13 es nuestro texto para reflexión en el domingo de Sexagésima, el 12 de febrero. Puede haber quienes sientan que lo que Dios dijo hace mucho tiempo no puede alcanzarlos. El escritor de Hebreos hace sonar una advertencia. Para el creyente estas son palabras de consuelo pero para el incrédulo, palabras aterradoras. La Palabra expone la verdadera condición del corazón de la persona delante de Dios. Porque no se debe pensar en este asunto a la ligera, como procede a mostrar el sagrado escritor: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

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