David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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Dios proveyó el cordero perfecto

En Génesis 22:1-14, Isaac se convirtió en el tipo del sacrificio mayor, Jesucristo, quien también llevó el madero de su cruz voluntariamente y con paciencia y llevó nuestros pecados en su cuerpo en la cruz. Isaac como sacrificio paciente, sabiendo que era el holocausto que el Señor había provisto. El diálogo entre Isaac y Abraham muestra que Isaac sabía lo que iba a pasar. Que Isaac se dejara atar es un acto de suprema fe en Dios y de plena confianza en su padre. Esta obediencia voluntaria a la voluntad de su padre hace que Isaac sea aún más un tipo de Cristo.

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No por Moisés sino por Cristo somos salvos

Con la ayuda de Dios, Moisés alimentó a las multitudes en el desierto con el maná del cielo. En Juan 6:1-15 el evangelista enfatiza que Jesús no sólo sustituye el cordero en la Pascua del Antiguo Testamento, sino también reemplaza a Moisés como el profeta enviado para revelar a la voluntad del Padre.

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Más líbranos del mal

Para el drama, la película “El Exorcista” enfatiza las manifestaciones sobrenaturales del poder de Satanás y sus ángeles. El mundo ama el espectáculo de señales y prodigios de cualquier tipo, como leimos en nuestro evangelio (Lucas 11:14-28). En su batalla espiritual, Satanás tiene sus soldados, espíritus malignos llamados demonios. Igual a su líder, los demonios en el principio fueron ángeles santos. La Biblia enseña la realidad de los demonios y la batalla espiritual, pero mucho más sobre los límites del dominio de Satanás.

 

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Oración y tentación

En las lecciones de hoy tenemos dos ejemplos de la oración en el que Dios pone a prueba a las personas para fortalecer su fe. En nuestra lección del Antiguo Testamento (Génesis 32:22-32), Jacob se prepara para su primer encuentro en años con Esaú, el hermano que había jurado matarlo. En nuestro evangelio para hoy, Mateo 15:21-28, encontramos la historia de una mujer cananea de la región de Tiro y de Sidón. Aprendemos de ellos a no rendirnos, sino a perseverar en la oración y en plena fe en que Dios quiere lo mejor para nosotros. El poder de la oración no reside en nuestra sinceridad o perseverancia, sino que si perseveramos con la ayuda del Espíritu Santo, recibimos lo mejor para nosotros.

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Fue tentado en todo pero sin pecado

“Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades; sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” Hebreos 4:15. Jesús pasó la prueba que Adán falló, aunque durante su vida terrenal sufrió las tentaciones más severas que jamás haya sobrevenido hombre alguno. No fue simplemente que la tentación se acercara a Él sin realmente atacarlo. Ataques del diablo que lo acosaban una y otra vez. De modo que Él ciertamente puede conmoverse con el sentimiento de nuestras debilidades, ciertamente puede sentir simpatía por nuestras debilidades; Él sabe lo que significa para los débiles de carne y hueso luchar contra enemigos peligrosos. Sin embargo, dado que en su caso pasó por todas las tentaciones sin pecado, puede ser nuestro Sumo Sacerdote y Abogado ante el Padre.

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Un corazón contrito y humillado

Las últimas palabras del Salmo 51 nos dicen que los sacrificios del corazón se revelan luego en la confesión pública, la absolución y los actos de acción de gracias. Una persona verdaderamente arrepentida ofrecerá al Señor los sacrificios de su corazón, de sus labios y de sus manos, y el Señor se complacerá en tales ofrendas.

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Fe, esperanza y amor permanecen para siempre

Los espejos antiguos estaban hechos de metal pulido. Por eso la imagen en el metal no siempre era clara. Las palabras de 1 Corintios 13:12 resaltan la insuficiencia del conocimiento actual que el hombre tiene de Dios en contraste con el conocimiento que Dios tiene del hombre ahora y el conocimiento de Dios que el hombre tendrá en el futuro. No porque la Palabra sea oscura, sino porque nuestro entendimiento no es suficiente para captar las maravillas de su sustancia y cualidades. En nuestro epístola para este domingo, 1 Corintios 13:1-13, San Pablo nombró tres virtudes de la vida cristiana: la fe, la esperanza y el amor. Por obra del Espíritu Santo, todas estas manifiestan en cualquier creyente. Esto contrasta con los dones del Espíritu que no se prometen a todos los fieles en todo tiempo y en todo lugar, como hablar en lenguas o profecía.

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La Palabra más cortante que toda espada

La Palabra de Dios no son sólo letras en una página. El apóstol dice así en Hebreos 4:9-14, nuestra epístola para hoy, “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” Para el creyente estas son palabras reconfortantes, pero para el incrédulo, palabras aterradoras.

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Cristo es la Peña de Horeb

“He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña de Horeb.” (Éxodo 17:6). El Israel antiguo experimentó la misma gracia que los cristianos experimentan en su bautismo (1 Corintios 10:1-2). También Israel tenía una cena sobrenatural dada por el Señor para nutrir su presencia en la iglesia. Y, con todo, Israel cayó y provocó el juicio de Dios. Así como Israel recibió los dones espirituales de Dios pero resistió su voluntad, así la iglesia puede rechazar a Dios a pesar de sus bendiciones. Las tentaciones que enfrenta continuamente el pueblo de Dios se resumen en la adoración de aquello que no es Dios. La gracia de Dios, y sus dones, colocan al hombre en una relación personal y responsable con él. No asegura al hombre contra el pecado y el juicio en forma mágica y automática. Sin embargo, no que los cristianos vivan en terror; ellos saben que el Dios fiel, que los llamó a la hermandad de su Hijo queda a cargo en forma protectora des sus vidas en luchas.

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Otra vez oímos “Esto es mi amado Hijo”

En la historia del bautismo de nuestro Señor, hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. En la cuenta de la Transfiguración, Mateo 17:1-9, oímos otra vez la voz del Padre todopoderoso: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia: a él oíd. Porque la voz del Padre pronunció casi las mismas palabras que en el bautismo de Jesús fue un testimonio muy solemne de Jesús como el Mesías e Hijo de Dios.