David and Luz Maria Ernst – Serving the Lord in Venezuela

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El lavamiento del corazón

Después del lavamiento de los pies de sus discípulos (Juan 13:1-15), nuestro Señor comenzó su discurso de despedida (capítulos 13-17). Esto evidencia que, aunque algunas sectas han adoptado el lavamiento de pies como ritual, nuestro Señor no ordenó que se hiciera como lo hizo con el sacramento. Lo hizo para ilustrar un punto. “Pues si yo, vuestro Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que también vosotros hagáis como yo os he hecho. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.” Esta fue una lección más para los apóstoles antes de ser crucificado. Tras tres años de formación, estaban listos para ejercer el Oficio de las Llaves mediante la predicación y la administración de los sacramentos. Artículo XIV de la Confesión de Augsburgo dice así: “Nadie debe enseñar públicamente en la iglesia ni predicar ni administrar los sacramentos sin llamamiento legítimo”. También nos enseña la importancia de la preparación para recibir la Santa Cena. Como San Pablo dice en nuestro epístola (1 Corintios 11:23-32), “De manera que cualquiera que comiere este pan, o bebiere la copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, come y bebe juicio para sí, no discerniendo el cuerpo del Señor.”

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El Rey cabalgando sobre una asna

En Juan 12:12-17, San Juan cita a Zacarías 9:9. “He aquí, tu Rey vendrá a ti, Él es justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.” En su siguiente versículo (Zacarías 9:10), Zacarías dice que el Rey sentado en un asno (o asna) “hablará paz a las naciones”. Jesús no entró Jerusalén como conquistador sentado en caballo de guerra, sino como un Rey que intenta hacer un tratado de paz.

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En nuestra epístola de hoy (Hebreos 9:11-15), leemos que el oficio sacerdotal de Cristo era en todo sentido más excelente que el de los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento. Mediante la expiación anual realizada por los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento, el pacto de Dios con su pueblo escogido se renovaba constantemente e Israel era continuamente restituido en sus derechos como pueblo del pacto. Pero Cristo, mediante su sangre y su salvación, estableció un nuevo pacto, por el cual somos hijos de Dios, pueblo de Dios, mediante el cual tenemos la seguridad de la misericordia de Dios y tenemos comunión con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, no solo por un año o por unos pocos, sino por toda la eternidad. Todo esto fue posible gracias a la muerte de Cristo, que tuvo lugar para la liberación de las transgresiones cometidas bajo el primer pacto.

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El que no es conmigo, contra mí es

En el evangelio del tercer domingo en Cuaresma (Lucas 11:14-28), Jesús respondió a las acusaciones que él echa afuera los demonios por el poder del diablo mismo. Los advirtió que es tonto y peligroso a tratar de interpretar su poder sobre los demonios en otra manera de su victoria sobre Satanás y la venida del reino de Dios. Al blasfemar a Jesús, sus adversarios cuestionan a todos los que exorcizan demonios. “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”.

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No nos dejas caer en la tentación

En nuestra clase de catecismo, cuando estudiamos la Sexta Petición del Padrenuestro, “No nos dejes caer in la tentación”,
distinguimos entre la tentación en dos sentidos. Primero, cuando Dios pone a prueba nuestra fe para acercarnos a él. Segundo, las tentaciónes son intentos de nuestros enemigos espirituales para alejarnos de Dios y sus caminos. El domingo pasado leímos Mateo 4:1-11, la tentación de Jesús. Fue el diablo quien tentó a Jesús, pero aquí Jesús, como Dios, tienta a la mujer cananea (Mateo 15:21-28), tal como
Dios tienta a Jacob en Génesis 32:22-32. Que quiere decir, el propósito en ambos casos fue para profundizar la fe de Jacob y la mujer cananea. Pero a menudo, en la prueba de la fe, parece que Dios no escucha nuestras oraciones, o incluso lucha contra nosotros. La clave para pasar la prueba es no rendirse, sino continuar orando con total confianza en la Palabra de Dios.

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No sólo de pan el hombre vivirá

¿Por qué ayunó Jesús? (Mateo 4:1-11). Nuestro Señor no despreció las bendiciones de la comida y la bebida como algo pecaminoso en sí mismo. Realizó su primer milagro al convertir el agua en vino en una fiesta de bodas. El ayuno a menudo era expresaba tristeza por el pecado personal o el pecado de la nación. Pero Jesús no tenía pecado y no necesitaba arrepentirse. Ya se había sometido al bautismo de arrepentimiento de Juan y había recibido la aprobación de su Padre y el don del Espíritu Santo. Tal vez sea mejor pensar en Jesús ayunando en su dedicación a orar por nosotros los pecadores y meditar sobre el camino al que fue llamado.

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¿Sabéis los que os he hecho?

Juan 13:1-15 presenta la historia de la última noche de la vida terrenal de Jesucristo, aunque sin mencionar las palabras de la institución de la Santa Cena que leímos en la epístola (1 Corintios 11:23-32). Sin embargo, encontramos las verdades sobre los dos sacramentos, el bautismo y la Santa Cena. Cristo no instituyó otro sacramento en el lavamiento de sus pies, sino que estableció un modelo de humildad para recibir los dones de la fe y el perdón de los pecados.

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Bendito Él que viene en el nombre del Señor

Hoy también nosotros respondemos a la invitación de Zacarías 9:9-12 a las hijas de Sión. Cada domingo cantamos estas palabras en la segunda parte del Sanctus. “Bendito Él que viene en el nombre del Señor” (Salmo 118:25; Juan 12:13). Anticipamos el día cuando Cristo vendrá en gloria y “en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:5-11).

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No por Moisés sino por Cristo somos salvos

Con la ayuda de Dios, Moisés alimentó a las multitudes en el desierto con el maná del cielo. En Juan 6:1-15 el evangelista enfatiza que Jesús no sólo sustituye el cordero en la Pascua del Antiguo Testamento, sino también reemplaza a Moisés como el profeta enviado para revelar a la voluntad del Padre.

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Fue tentado en todo pero sin pecado

“Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades; sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” Hebreos 4:15. Jesús pasó la prueba que Adán falló, aunque durante su vida terrenal sufrió las tentaciones más severas que jamás haya sobrevenido hombre alguno. No fue simplemente que la tentación se acercara a Él sin realmente atacarlo. Ataques del diablo que lo acosaban una y otra vez. De modo que Él ciertamente puede conmoverse con el sentimiento de nuestras debilidades, ciertamente puede sentir simpatía por nuestras debilidades; Él sabe lo que significa para los débiles de carne y hueso luchar contra enemigos peligrosos. Sin embargo, dado que en su caso pasó por todas las tentaciones sin pecado, puede ser nuestro Sumo Sacerdote y Abogado ante el Padre.