El lavamiento del corazón
Después del lavamiento de los pies de sus discípulos (Juan 13:1-15), nuestro Señor comenzó su discurso de despedida (capítulos 13-17). Esto evidencia que, aunque algunas sectas han adoptado el lavamiento de pies como ritual, nuestro Señor no ordenó que se hiciera como lo hizo con el sacramento. Lo hizo para ilustrar un punto. “Pues si yo, vuestro Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que también vosotros hagáis como yo os he hecho. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.” Esta fue una lección más para los apóstoles antes de ser crucificado. Tras tres años de formación, estaban listos para ejercer el Oficio de las Llaves mediante la predicación y la administración de los sacramentos. Artículo XIV de la Confesión de Augsburgo dice así: “Nadie debe enseñar públicamente en la iglesia ni predicar ni administrar los sacramentos sin llamamiento legítimo”. También nos enseña la importancia de la preparación para recibir la Santa Cena. Como San Pablo dice en nuestro epístola (1 Corintios 11:23-32), “De manera que cualquiera que comiere este pan, o bebiere la copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, come y bebe juicio para sí, no discerniendo el cuerpo del Señor.”
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